"No puedo soportarlo más". Hizo el juego más adictivo del mundo, y el juego pudo con él

"No puedo soportarlo más". Hizo el juego más adictivo del mundo, y el juego pudo con él

El ascenso y caída de Flappy Bird no solo cambió la vida de Dong Nguyen, también nos enseñó los peligros de hacerse viral

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Dong Nguyen
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Bárbara Gimeno

Editor

En 2013, sin grandes campañas ni estudios de marketing detrás, Flappy Bird se convirtió en un fenómeno mundial—estoy segura de que todos os acordáis de él y de que todos jugasteis—. Un sencillo juego de un pájaro esquivando tuberías fue capaz de capturar la atención de millones de jugadores en todo el planeta y convertirse en una absoluta adicción. Su creador, Dong Nguyen, un desarrollador independiente de Vietnam, nunca imaginó que un proyecto hecho en su tiempo libre le cambiaría la vida para siempre.

Lo que comenzó como un experimento personal pronto escaló hasta niveles imposibles de gestionar. Flappy Bird llegó a generar más de 50.000 dólares diarios solo en ingresos publicitarios. Para muchos, ese sería el sueño hecho realidad. Para Dong, fue el inicio de una pesadilla.

Cuando la fama se convierte en presión

El éxito de Flappy Bird desató una avalancha de atención que Dong nunca buscó ni mucho menos deseó. Su teléfono no paraba de sonar: medios de comunicación de todo el mundo intentaban entrevistarle, las redes sociales se llenaron de teorías sobre su juego y comenzaron a lloverle incluso mensajes de odio y críticas. Algunos le acusaban de copiar gráficos de Super Mario, otros decían que su juego era demasiado adictivo y perjudicial... ya sabéis, las redes sociales pueden ser odiosas.

La presión fue tal que Dong comenzó a sufrir episodios de ansiedad y estrés extremo. En varias entrevistas confesó que no podía dormir bien y que se sentía culpable por haber creado algo que causaba adicción. El éxito, en lugar de traerle felicidad, le trajo angustia y le hizo replantearse las cosas.

El 8 de febrero de 2014, con un giro de los acontecimientos que nadie esperaba, Dong Nguyen anunció a través de su cuenta de Twitter que eliminaría Flappy Bird de todas las tiendas digitales. "No puedo soportarlo más", escribió. Y cumplió su palabra: en cuestión de horas, el juego desapareció tanto de la App Store como de Google Play.

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Como cabría imaginar, la retirada de Flappy Bird generó una auténtica histeria colectiva. Los móviles con el juego instalado comenzaron a venderse en plataformas como eBay a precios absurdamente altos. Algunos llegaron a pedir miles de dólares por teléfonos usados solo por tener el juego en su interior. La desaparición de Flappy Bird no solo sirvió para aumentó su leyenda sino que convirtió a Dong en un símbolo involuntario de los efectos secundarios de la viralidad; vamos, un desastre absoluto.

Flappy Bird

Entrevistas que parecen ficción

Tras la retirada del juego, Dong concedió algunas entrevistas que parecían sacadas de una novela de ficción. En una conversación con Rolling Stone, relató cómo prefería salir a caminar por la noche para evitar la atención pública y cómo sentía que había destruido su propia privacidad.

A pesar de las ofertas millonarias para revivir Flappy Bird, Dong siempre se mostró firme

En esas entrevistas, Dong hablaba con una mezcla de tristeza y alivio. Por un lado, estaba triste por haber eliminado el juego que tanto amaban millones de personas; por otro, sentía que había recuperado parte de su paz mental. A pesar de las ofertas millonarias para revivir Flappy Bird, Dong siempre se mostró firme: no quería volver a esa vida. Sin embargo, hay que decir que parece que con el paso de los años las aguas se han calmado y que Flappy Bird odría regresar en algún momento de este año.

A simple vista, Flappy Bird no parecía tener nada que justificara su descomunal éxito: gráficos retro, mecánica sencilla, una dificultad brutal. Pero precisamente ahí residía su magia. El juego era increíblemente simple de entender y, al mismo tiempo, casi imposible de dominar así que, ya sabéis: un jugador picado es un jugador incansable.

Cada fallo incitaba al jugador a probar una vez más. Esa adicción a la repetición, combinada con el deseo de superar a tus amigos, creó una tormenta perfecta. En una época donde los juegos móviles se volvían cada vez más complejos, Flappy Bird ofrecía un desafío directo, puro y endiabladamente difícil.

Flappy Bird

El legado inesperado

Aunque Flappy Bird desapareció, su legado sigue vivo. Inició una moda de juegos ultradifíciles para móviles y redefinió cómo entendemos la viralidad en la industria del videojuego. También dejó una lección amarga: el éxito repentino, cuando no es buscado ni preparado, puede ser tan devastador como el fracaso.

Dong Nguyen continuó desarrollando juegos menores después de Flappy Bird, pero siempre desde las sombras, evitando cualquier intento de replicar aquella locura. Sus nuevos títulos, como Ninja Spinki Challenges, pasaron casi desapercibidos en comparación.

Historias paralelas

Desgraciadamente, la historia de Dong Nguyen no es un caso aislado en la industria del videojuego. Otros desarrolladores independientes también han sufrido las consecuencias del éxito repentino. canceló la secuela Fez II y anunció su retirada definitiva del mundo del videojuego, dejando claro que no podía continuar en un entorno tan tóxico.

Ambas historias reflejan lo mismo: detrás de cada fenómeno viral puede haber una persona vulnerable, expuesta a una presión que la industria —y el público— aún no sabe gestionar del todo.

La otra cara del sueño indie

La historia de Dong Nguyen desmonta uno de los mitos más románticos de la industria: que el éxito indie siempre es positivo. No todos los desarrolladores sueñan con la fama. Para algunos, la viralidad significa perder el control sobre su vida, enfrentarse a presiones insoportables y ver cómo un proyecto personal se convierte en una prisión mediática.

Dong nunca quiso ser una celebridad. Quería hacer juegos sencillos, para disfrutar en momentos libres. El fenómeno de Flappy Bird fue tan abrumador que acabó empujándole a renunciar a su propia obra.

Detrás de cada fenómeno viral puede haber una persona vulnerable, expuesta a una presión que la industria

Hoy, en 2025, su historia tiene más sentido que nunca. En una época donde cualquier aplicación, meme o videojuego puede viralizarse en cuestión de horas, el caso de Flappy Bird es una advertencia sobre los riesgos ocultos del éxito instantáneo. No todo el mundo está preparado para convertirse, de la noche a la mañana, en el centro de la atención global.

La industria ha aprendido algunas lecciones: ahora se habla más de la importancia de cuidar la salud mental de los creadores y de no forzar la exposición mediática. Pero la presión sigue estando ahí, esperando al próximo Dong Nguyen, al próximo éxito inesperado que cambie vidas... para bien o para mal.

Foto de portada | Dong Nguyen

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