Desde que las tierras raras se convirtiesen en el principal tema de conversación de la industria tecnológica, China ha aprovechado el control sobre estos minerales para mantenerle el pulso a Estados Unidos. Sin embargo, aunque podamos llegar a pensar que el problema detrás de ese monopolio y control de las tierras raras está en los yacimientos del país asiático, en realidad su dominio es completamente distinto.
Gran parte del uso que le damos a estas tierras raras está en los imanes que mejoran las posibilidades de los productos tecnológicos que nos rodean. Increíblemente útiles para que los motores eléctricos y baterías puedan funcionar a mayor temperatura, mejorando así su eficiencia, este tipo de metales abarcan casi cualquier cacharro que te venga a la cabeza, desde los vehículos eléctricos de Tesla hasta la aspiradora Roomba que pasea por tu casa. Así de importantes son tanto para la industria tecnológica como, por descontado, para el poder de China como potencia a tener en cuenta.
Las tierras raras de China están condenadas a perder valor r5c5z
Pero si China ha llegado a controlar cerca del 90% de la exportación de tierras raras no es sólo porque tenga yacimientos a su alcance, sino por cómo décadas de inversión y menos regulación que otros países han provocado que su capacidad de procesamiento y refinamiento de estas tierras sea mayor que las de otros países como la propia Estados Unidos, Brasil o la India.
Frente al miedo a pensar que estamos completamente perdidos sin el a esas tierras raras, la realidad no sólo apunta hacia esos otros yacimientos que tarde o temprano terminarán convirtiéndose en una alternativa, sino a cómo hasta que llegue ese día podemos seguir adelante sin preocuparnos demasiado por esa falta.
Aunque damos por hecho que las tierras raras de China resultan imprescindibles, hablamos de elementos que están más cerca de elevar las posibilidades que de mantenerlas. Si bien es cierto que mejoran aspectos como la longevidad de esos citados imanes o su resistencia a la corrosión, la diferencia entre utilizarlas o no hacerlo se reduce a un simple problema de eficiencia y duración. Es decir, que un vehículo eléctrico sin esas tierras raras seguirá funcionando igual, pero lo hará durante menos tiempo.
Aunque las cadenas de minería y refinamiento requieren inversiones y procesos de desarrollo largos, incluso de alrededor de una década para poder ser rentables y funcionar a pleno rendimiento, el mercado de este tipo de compañías es tan pequeño que, a poco que se empiecen a sumar empresas extranjeras al proceso, los precios de China no tardarán en caer. Dicho de otro modo, es una carta que el país asiático no podrá utilizar para siempre.
Imagen | Idthings en Midjourney
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